No cabe ninguna duda de que, en la actualidad, nos encontramos en un momento crítico para el medio ambiente. La acumulación de gases de efecto invernadero está acelerando el calentamiento global y con él, los efectos del cambio climático se hacen cada vez más visibles a través de temperaturas extremas, sequías prolongadas, tormentas más intensas y una creciente alteración de los ecosistemas.
Pero la contaminación va más allá de la emisión de gases a la atmósfera. Es decir que los residuos físicos que se generan durante la realización de determinados procesos industriales también han ido provocando daños graves y persistentes en la flora y la fauna a lo largo de las décadas, alterando de forma notable el equilibrio ecológico del planeta. Ante esta situación, muchas compañías del sector alimentario han decidido tomar cartas en el asunto y han empezado a aplicar prácticas sostenibles inspiradas en la economía circular.
Una de las iniciativas más relevantes en este sentido es la certificación «Residuo Cero» de AENOR (Asociación Española de Normalización y Certificación), un reconocimiento que avala el compromiso de las empresas que se esfuerzan para reducir drásticamente su huella ambiental y aprovechar al máximo los recursos. A continuación, te vamos a mostrar por qué esta certificación se ha vuelto tan importante y cuáles son sus beneficios dentro de la industria alimentaria.
Como acabamos de comentar, el certificado «Residuo Cero» se suele otorgar a aquellas empresas que logran valorizar, reciclar o reutilizar al menos el 90% de los residuos que generan, evitando que estos acaben en los vertederos. En el caso de la industria alimentaria, esto supone un cambio de paradigma: pasar de una producción lineal a una circular, en la que nada se desperdicia y todos los residuos se utilizan para producir.
Un claro ejemplo de esta filosofía lo encontramos en nuestra propia empresa, Zuvamesa. De hecho, gracias a nuestro enfoque integral, hemos conseguido aprovechar absolutamente todos los elementos que componen la naranja y la mandarina. A partir de estos frutos, no únicamente conseguimos extraer zumos NFC de alta calidad, sino que también procesamos las pulpas para darles otros usos alimentarios, extraemos aceites esenciales de la piel y transformamos los restos orgánicos en pellets a los que se les puede dar distintos usos, como, por ejemplo, utilizarlos en estufas de pellets o incluso para alimentar a animales. De esta manera, hemos conseguido eliminar por completo la generación de residuos, logrando posicionarnos como un referente de industria residuo cero.
Es un hecho que todas las empresas que adoptan la filosofía del residuo cero deben repensar todos sus procesos, desde la adquisición de materias primas hasta la distribución de sus productos. Esto implica un esfuerzo extra de organización y la necesidad de una mejora continua que, como parte positiva, debemos decir que se suele traducir en una mayor eficiencia operativa.
En la industria alimentaria, gracias a ello, es posible planificar mejor los inventarios, una reducción del desperdicio de alimentos y una mejora en la trazabilidad de los productos. Es decir, que, en empresas como la nuestra, todo está perfectamente medido y pensado para minimizar los residuos, lo que tiene un impacto positivo directo en la optimización del tiempo, del espacio y de los recursos. En definitiva, las prácticas asociadas al certificado residuo cero obligan a las empresas a ser más rigurosas, eficientes y sostenibles.
Cuando una empresa da un paso hacia una industria residuo cero no únicamente tiene efectos beneficiosos para el medio ambiente, sino que también permite mejorar la propia rentabilidad de las empresas. Al eliminar los desperdicios y los desechos, es posible reducir los costes operativos y abrir nuevas oportunidades de negocio. Aquello que antes se consideraba desecho se convierte ahora en materia prima para poder producir otros productos.
Volviendo al caso de nuestra empresa, Zuvamesa, la transformación de cada parte del fruto no solo permite aprovechar al máximo los recursos, sino también diversificar la oferta comercial. Aparte de los zumos NFC, nuestra empresa comercializa pulpa de naranja y mandarina, aceites esenciales y pellets. Este abanico de productos derivados no únicamente permite mejorar la sostenibilidad del proceso, sino también incrementar la rentabilidad del negocio. El beneficio económico que obtenemos puede volver a invertirse, por ejemplo, en el desarrollo tecnológico, en proyectos medioambientales o en mejorar las condiciones laborales del personal. Sin duda alguna, un claro ejemplo de cómo la sostenibilidad y la rentabilidad pueden ir perfectamente de la mano.
Obtener el certificado de residuo cero va más allá de las cuestiones técnicas, ya que también es una declaración de principios. En un contexto en el que la sociedad está cada vez más concienciada con la emergencia climática, las empresas que apuestan por la sostenibilidad proyectan una imagen corporativa mucho más sólida y positiva.
Este reconocimiento ayuda a mejorar la reputación de la empresa, a generar confianza entre los consumidores y a consolidar relaciones más sólidas con proveedores e inversores. Hoy en día, la sostenibilidad ya no es un valor añadido, sino más bien una exigencia por parte de la sociedad en general. Y el certificado residuo cero es una herramienta eficaz para demostrar con hechos el compromiso de la organización con la protección y salvaguarda del medioambiente.
Los consumidores valoran cada vez más aquellas marcas que se preocupan por el entorno y que buscan formas más responsables de producir y de comercializar sus productos. En un contexto en el que las sequías, las inundaciones, las olas de calor y otros fenómenos extremos se están convirtiendo en parte de nuestra normalidad, comprometerse activamente con el cuidado del medio ambiente es una forma de responder a una preocupación social urgente.
La certificación «Residuo Cero» representa una oportunidad real para transformar el modelo de producción de la industria alimentaria hacia uno más respetuoso, eficiente y rentable. Las empresas que adoptan este enfoque no sólo consiguen reducir de manera significativa el impacto ambiental de su actividad habitual, sino también logran optimizar procesos, mejorar la productividad y consolidar una imagen corporativa alineada con los valores de sostenibilidad que hoy en día demanda la sociedad.
Invertir en sostenibilidad es invertir en el futuro, y cada paso que damos, como organización, hacia una industria residuo cero es recorrer el camino en la dirección correcta. Porque el respeto por el entorno y el medio ambiente no es una cuestión de moda, sino una necesidad. Y todas las empresas que son capaces de entenderlo y actuar en consecuencia están marcando el camino a seguir en la industria alimentaria.
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